[ENTRE EL RECONOCIMIENTO Y LA CONDENA]
Miguel Ángel Bastenier | Hace 8 añosPara los del grupo intermedio, siempre más organizaciones que particulares, la búsqueda del equilibrio consistía en mencionar, aunque siempre con diferente grado y apreciación, méritos y deméritos sin darles un orden especial ni total coherencia de fondo. Castro era alternativamente ángel y demonio, no o demonio, y el lector tenía siempre la ventaja de quedarse con la parte que le interesara más. Pero de lo que podía caber poca duda era de que libertad de expresión no había habido nunca y que Cuba no era país para periodistas. Profesionales de la pluma los hay de todos los matices, pero cuesta creer que a un periodista de oficio pudiera entusiasmarle el “paraíso cubano”. El castrismo, que en su tiempo –Alberto Barrera llamó a Castro “mago del mercadeo político”– tuvo un indudable predicamento popular en América Latina, nunca pudo presumir de sus capacidades de comunicación escrita. Granma es lo que nos ha dejado.